Un año después del Terremoto de Japón
Aquel día amaneció especialmente soleado. Tomamos una impresionante fotografía del Monte Fuji, se veía maravilloso, espléndido. Nadie imaginaba lo que horas después ocurriría. Este es el reportaje que publicamos en portada de EL MUNDO como testigos directos del terremoto de escala 9.0 desde la planta 34 del Hotel Conrad de Tokio. Os añado el texto directamente porque el resto del reportaje está en Orbyt.
(C) OfeliadePablo/JavierZurita. Vista del Monte Fuji unas horas antes del terremoto
14.46 Tokio. Planta 34 del Hotel Conrad, situado en el centro neurálgico de una de las ciudades más grandes del mundo. Frente a la bahía de Tokio. Estábamos terminando de organizar el equipo para ir a terminar un reportaje en las calles de Tokio. De repente las lámparas de la habitación han comenzado a moverse. Cada vez más. “¡Esto parece un terremoto!” –excalamamos al unísono-
Salimos al pasillo con el corazón en la mano y un anuncio por los altavoces se incrusta como un timbre metálico hasta el final de la espina dorsal: “estamos sufriendo un terremoto, por favor quédense en su lugar, si está en el ascensor baje en la planta más cercana” Al principio pensamos: “será normal un pequeño temblor, aquí están acostumbrados”. Pero la pesadilla no ha hecho más que empezar.
En el pasillo las mujeres de la limpieza están hechas una piña agarradas unas a otras llorando bajo una de las vigas del edificio. “Esto ya no parece normal- pensamos. Cuando ellos se asustan tanto mal asunto”. Nadie se atreve ni a respirar. El bamboleo aumenta y aumenta. Todas las puertas del edificio entrechocan unas con otras: estaban limpiando las habitaciones y están abiertas. La mayor de las mujeres dice que nunca ha sufrido nada igual, que esto está muy alto y que tiene mucho miedo. Las demás intentan tranquilizarla pero nadie sabe realmente el alcance de lo que está pasado. Pasan los segundos que parecen minutos. Esto no se acaba. La mujer cada vez llora más y los rostros blanquecinos no parecen indicar nada bueno. Los edificios se bambolean como el bambú, esto me recuerda aquello que uno estudió de pequeño sobre los rascacielos flexibles de Japón “rezaremos para que funcione” pensamos todos en silencio. Todo cruje, oscila, parece que se va a partir pero es increíble ¡no se ha ido ni la luz! No hay nadie más en los pasillos. Todo cesa poco a poco. Parece que ya ha pasado lo peor. De una puerta abierta se escucha un televisor urgiendo a los habitantes de las zonas costeras a refugiarse en lugares altos o que corran hacia tierra adentro porque un tsunami de grandes proporciones va a llegar a la costa. Nos quedamos atónitos mirando por la ventana. Algunos edificios han empezado a arder pero el mar desde aquí se ve como una balsa de aceite. Una encargada del hotel se acerca corriendo. Cierra de golpe todas las persianas y nos agarra para que la sigamos escaleras abajo hacia el lobby donde se encuentran todos los huéspedes y el personal hotel. Las mujeres de la limpieza y nosotros la seguimos a toda velocidad por las escaleras hasta el piso 28. Los daños en la estructura son evidentes pero leves para lo que esto se ha movido. El edifico continua temblando. Ella asustada afirma que lo peor es el fuego, que hay varios edificios ardiendo pero que éste parece no haber sufrido daños.
En el lobby encontramos al jefe de bomberos megáfono en mano pidiendo a todo el mundo que se aleje de las ventanas. Huéspedes y parte del personal están aterrorizados. Los encargados mantienen una calma muy profesional pero se les nota nerviosos. Una nueva réplica está a punto de llegar y esta se prevé será más fuerte, según el jefe de bomberos. A mi lado el jefe de cocina Jose Rodríguez parece tranquilo, es mexicano y dice haber vivido el terremoto de México DF de 1985 “allí todo quedó arrasado, pero esto es Japón, aquí están preparados no hay que asustarse” Sus palabras de confianza se mezclan con el ruido de vasos y cristales cayendo. La próxima replica está en camino.
“¡Todo el mundo al suelo!-grita el jefe de bomberos- fuera de la ventanas, los cristales pueden estallar!” A mi lado Masumi se ha puesto a rezar agarrado a su móvil última generación. Al fondo Joao que viene a la Tokio Fashion Week comienza a sollozar al ritmo que las sacudidas aumentan, al final no puede más y estalla en lágrimas. Su compañero de Angola intenta animarle diciendo “Dios no va a dejar que nos pase nada, ten confianza, le he pedido que deje de temblar porque todas las familias que hay aquí nos tenemos que salvar” Todos los extranjeros están tirados literalmente en el suelo junto a los hombres de negocios japoneses y parte del personal del hotel. El que más y el que menos tiene cara de pánico. A nuestra espalda Toriko un trajeado ejecutivo esconde su cara entre las manos. Todo el mundo está asustado.
Una mujer llora mientras su marido se desespera por intentar localizar a su familia por el móvil mientras todo tiembla. Otro minuto terrorífico y parece que remite. El problema nos dice Noriko, encargada del hotel, es que “al estar tan altos los hidráulicos que mueven el edificio mientras oscilar van a tardar un rato en dejar de moverse así que seguiremos temblando un poco más”. El jefe de bomberos da unas cuantas ordenes y chequea por el walkie, dice que esperemos instrucciones no nos movamos.
“El fuego es lo que temen -dice el chef de cocina- La estructura parece que ha aguantado pero el fuego es el peor enemigo en estos casos” Frente a los inmensos ventanales la bahía sigue en calma pero otro de los edificios ha empezado a arder y la parte superior estalla en una nube de gas. Nadie se atreve si quiera a respirar. Vuelven los eternos segundo y el jefe de bomberos anuncia que el edificio esta intacto “¡milagro!- exclama Yumiko –una joven ejecutiva que ha venido a hacer un trabajo a Tokio estos días –este edificio es nuevo, si este se cae tener por seguro que Tokio estaría completamente arrasado”. “Ahora falta el tsumani” anuncia Toriko que no se atreve a levantarse del suelo. Silencio. Todo el mundo tiene la vista fija en el inmenso ventanal. Helicópteros sobrevuelan sin cesar algunos de los edificios que están en llamas y las pequeñas embarcaciones parecen regresar a puerto pero el caos es absoluto. Se comenta que se espera un tsunami enorme en el norte pero aquí no se sabe cuando, como o de que manera llegará. El edificio poco a poco deja de temblar y la gente se va relajando. En el hotel reparten mantas. La vista sigue fija en la ventana. El suelo vuelve a temblar, las cortinas y las lámparas del lobby se bambolean pero esta vez se queda en un suave movimiento.
Las noticias llegan con cuenta gotas y alguien dice en alto que se espera un tsunami de menos de un metro en la bahía. Todos respiramos, “parece que hoy toca seguir en pie” bromea el chef de cocina mientras se aleja a arreglar el caos que ahora espera en la cocina. El tsunami que golpeó con fuerza en el norte dejó 15854 muertos y aun 3155 siguen desparecidas.
Toda nuestra admiración por el pueblo japones que a pesar de las difíciles horas vividas nunca dejaron de estar unidos.
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