He cruzado océanos de tiempo para encontrarte

(c) Ofelia de Pablo

He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” dice Drácula a su amada en la hermosa película de Coppola basada en la novela de Bram Stoker. Lo sé, la frase no es de Stoker; lo sé, todos dicen que es ficción, pero ¿que ocurre con lo que se siente al ascender los 199 peldaños hacia el cementerio que en su día subió el Drácula en forma de perro negro al escapar del barco? ¿Ficción?
Las tumbas del viejo cementerio de Santa María se inclinan para ver mejor el mar, el viento las azota implacable subidas en su promontorio y al fondo la abadía de Whitby contempla el paisaje. Todo se conserva como él lo relata. Bram Stoker concibió aquí a Drácula, para él y para el mundo.
A mi lado Willy vestido como el conde Drácula me acompaña por el cementerio. Él lo sabe. Vive aquí. Es guía de los lugares del maligno desde hace 20 años. “Algo se siente, siempre se ha sentido ¿superstición?” –se ríe y sigue caminando entre las lapidas diseminadas por la hierba. Algo llamó la atención a Stoker para crear su obra maestra y algo atrae a millones de turistas que peregrinan hasta estas lindes en busca de las huellas del vampiro más famoso de todos los tiempos. ¿Cómo puede sentirse una ficción? Que se lo pregunten a los góticos, un grupo de amantes de lo siniestro que visten de negro y acuden cada año a celebrar el mayor festival de este género precisamente en este cementerio.

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