Terremoto de Tokio, grullas para la esperanza
(c)Ofelia de Pablo (prohibida su reproducción total o parcial) |
El tercer reactor de Fukushima acababa de estallar. Todos nos apiñabamos en el aeropuerto de Tokio con una mezcla de tristeza y angustia por las imágenes que se sucedían en las grandes pantallas del aeropuerto. La preocupación crecía y las noches sin dormir y las constantes réplicas bajo nuestros pies nos tenían a todos con los nervios crispados.
Él -nunca supe su nombre- estaba sentado a mi lado. Me miró. Me sonrió. Y en mitad de aquel caos me indicó que le mirara. Sacó una hoja de papel y con una habilidad espectacular me hizo uno de los regalos más bellos que me han hecho: una grulla de origami.
Los japoneses dicen que si haces mil se cumplirá tu deseo y si la regalas tus buenos pensamientos viajarán con esa persona. No se cual fue su deseo pero: Al final la central nuclear aguantó y la grulla vive en mi casa.
Un mes después: Mis mejores deseos para un pueblo admirable
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